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         ZAPATERO GARANTE DE NUESTRA RUINA


Cuando ZP ganó las primeras elecciones hubo un momento en que, saliendo él de la sede del PSOE, un gruño de gente que allí se arremolinaba, particularmente jóvenes, le dijo vivamente en un tono entre la ilusión y la advertencia: "no nos falles". Si lo oyó y exhibió una de sus empalagosas sonrisas. Más tarde, ya ante los medios de comunicación y consciente de que eso/petición encarnaba el sentir de la inmensa mayoría, de sus votantes, manifestó su intención solemne de no defraudar a quienes le habían aupa¬do al poder. Hoy, Pasados unos años en los que hemos ido de la ^sorpresa al susto y del susto al espanto, a muchos nos reconcome la curiosidad por saber qué piensan en el fondo aquellos que lo votaron y creyeron en él ciegamente, Porque ahí reside una de las claves que explican la inexplicable permanencia de semejante inepto al frente de un país que se supone avanzado y moderno, al menos así era visto internacionalmente antes de que ZP le metiera mano. Esa clave, pensamos, debe ser interpretada en el sen¬tido de que un amplio sector de votantes del PSOE lo son haga éste lo que haga: lo seguirán votando porque, entre otras razones, cada vez más endebles y resquebrajadas, Zapatero ha sabido muy bien rascar discrimina-damente en las heridas de nuestra guerra civil, que al contrario de lo que muchos suponían aún sigue coleteando en el subconsciente colectivo. Ha vendido a su electorado y a buena parte de una juventud permeable a la manipulación simplista del buen rollito la idea de que los del PP son los hijos políticos del franquismo y que, desaparecidos Franco y sus generales, es a la gente del PP a quienes hay que responsabilizar de que los nacionales ganarán la guerra. Como consecuencia de tan deletérea intoxicación, nos encontramos con que al PSOE se le disculpa prácticamente todo y al PP apenas si se le consiente algo. Fíjense si no en las .guerras de Irak y, Afganistán y perdónesenos por llamar guerra a lo de Afganistán: según el acendrado código de valores de la retroprogresía paniaguada y demás pan-carteros afines al desgobierno zapaterista, el follón de Afganistán no es una guerra sino una misión angélica cuyo único objetivo es llevarla a los pobres y olvidados habitantes de tan remota región paz y magdalenas. Pero el caso es que la realidad, siempre tan tozuda, pone sobre la mesa los hechos desnudos: en la guerra de Irak España no participó militarmente, sólo prestó apoyo logístico (mínimo) al ejército aliado; prueba de ello es que ni tuvimos bajas ni las ocasionamos al enemigo. En la guerra de Afganistan (llamemos a las cosas por su nombre) nuestros soldados han matado y han muerto. Cerca de noventa militares han perdido la vida en elconflicto. El matiz de que dicha guerra cuente con el respaldo de la ONU no resucitará a ninguno de los muertos, no hará menos atroz el dolor de las heridas ni moverá el ánimo del enemigo para hacerlo más proclive a la rendición, ni tan siquiera mitigará un ápice el sufrimiento de las madres de los soldados muertos. Y a todo esto, los pancarteros, que durante la guerra de Irak estaban todos los días en la calle vociferando hasta desgañitarse"no a, la guerra", ahora no dicen ni pío. Es decir, no a la matanza de focas si el que la promueve es Aznar, -pero sí a esa misma matanza y a las que se tercien si el que las organiza es Zapatero. La foto en la que se auto retratan en esta cuestión el presidente por acci¬dente y sus seguidores es tan nítida que nos ahorra mayores comen¬tarios .
Lo seguirán votando, así traicione los intereses de la clase trabaja-dora, a quienes hipócritamente dice representar, y hasta el mismísimo pensamiento político de sus más insignes muertos. Porque, cabe preguntarse, ¿qué pensarían los viejos y auténticos socialistas al ver cómo actúan sus herederos ante una crisis como la que nos carcome? Y a este respecto hay que recordar que la primera medida importante que tomó  Zapa fue la de acudir en auxilio de la Banca regalándoles un montonazo de millones, con la excusa, eso sí, de que la responsabilidad de los banqueros permitiría agilizar los créditos de cara a los ciudadanos. La operación fue algo así como si se le arrimara una tierna cabrita a un tigre salvaje siberiano, con la esperanza de que las leyes universales del buenismo hicieran surgir entre ellos una dulce y duradera amistad. Como saben los niños en el parvulario e incluso los oligofrénicos profundos, el tigre se zampará a la cabrita a guisa de aperitivo en un santiamén, y si el fulano que se la facilitado no es poseedor de unos reflejos olímpicos, también se lo comerá. Exactamente lo mismo que hicieron los banqueros con nuestros jugosos millo¬nes; porque, atentos a la jugada, esos millones que ZP tan generosamente regala, dilapida y malemplea pertenecen en realidad a los españoles, que, vía tasas, impuestos, gravámenes, comisiones, peajes, tributos y mordidas de toda índole y procedencia pagamos al Estado para que éste haga uso justo y mesurado de ellos, no para que los destine al engorde de quienes precisamente son arteros responsables (si no únicos sí señalados) de la crisis y de la miseria que ya ha empezado a devorar a muchos españoles. Y en este escenario de crisis sangrante, el Zapatero este de nuestras pesadillas no deja de alumbrar propuestas, a cual más afortunada. Una de las últimas ha consistido en amenazarnos con que tendremos que trabajar hasta los sesenta y siete para cobrar, si es que llegamos a cobrar algo, una pensión todavía más escuálida que las actuales. Si el asunto no enfureciese tanto al personal , sería para descojonarse vivo imaginando como en lasobras las grúas adquirirán un nuevo cometido, el de elevar hasta los andamios a vejestorios desdentados, artíticos y medio cegatos, o cómo ya no acudiremos a los grandes almacenes para, además de curiosear y comprar alguna que otra cosilla, recrearnos la vista con la contemplación de las bellas y atentas señoritas que allí trabajan. En ese gracioso futuro que nos está diseñando -papá ZP iremos a los grandes almacenes movidos por la nostalgia, pues en ellos encontraremos al prototipo de nuestra desaparecida abuelita, siempre dispuesta a decirnos lo guapos que somos y a revelarnos la receta familiar para los roscos de vino o los pestiños. Aunque claro está que el esbozado futurible solo afectara a obreros y asalariados en general, a los currantes de toda la vida, vamos; prebostes y directivos de banca, por ejemplo que desde hace años vienen jubilándose a partir de los cincuenta y con pensionazos de tres pares de cojones, podrán hacerlo al cumplir los cua¬renta y con una asignación vitalicia que anhelaría Cristiano Ronaldo. Por supuesto que tales acontecerás no llegaremos nunca a verlos en la realidad por la sencilla razón de que el país mucho antes habra quebrado. Es ésta una tenebrosa posibilidad en la que no introducimos ahora la hipérbole, sí un pesimismo fundamentado en el empobrecimiento galopante de España no ya desde la aparición de la crisis, sino desde el instante primero en que ZP llegó a la Moncloa. Pensemos, en este sentido, que en España no te-nemos un solo gobierno, contamos con dieciocho: la diecisiete autonomías más el central. Cualquiera que deje correr un poco el sentido común podrá ver fácilmente lo que eso implica en gasto. Cada una de las autonomías es un desagüe permanentemente abierto en las arcas del Estado, y muchas de ellas, sino todas, encima tiran el dinero de nuestros impuestos en majaderías y chorradas de las que vamos teniendo noticias porque a veces aparecen de ellas noticias en la prensa y la televisión. Se nos podría argumentar que la España de las autonomías y la gigantesta descoordinación, despilfarro y corruptelas que comporta no es algo por entero achacable a Aznar. Cierto es que se encontró ese modelo en funcionamiento, como también lo es que en vez de engrasarlo y poner de relieve la verdad histórica que lo sustenta (la unidad de España dentro de su ubérrima diversidad) se ha encargado de utilizarlo personalmente para ahondar en la concepción de los separatistas y retrógrados que, en pleno siglo XXI, buscan la independencia de cada caserío, payesía o puebliño insertos en nuestra geografía. Un proceder lógico por otra parte el del reyezuelo socialista (aunque escribir lógica y Zapatero en la misma frase supone una antinomia pura) si tenemosen cuenta que ZP, a tenor de sus declaraciones, no cree en España. Sostiene
que la idea de nación es algo discutido y discutible.en consecuencia
 cuando el presidente de una nación con cinco siglos de historia opina de
 esa manera no es de extrañar que,por su acción o su consentimiento,
en el país se den absurdos antológicos. Ejemplo descollante lo es el que en una región de España, Cataluña, se persiga institucionalmente al español, impidiendo a la población escolar el aprendizaje en dicha lengua, multando a los comerciantes que se atreven a rotular sus comercios en es¬pañol e incluso (proxima ley catalana del Código de Consumo)obligando a los ciudadanos a delatar a quienes así lo hicieran. Esto último, de llevarse a efecto, más que un absurdo supondría una práctica policial muy frecuente en regímenes totalitarios. Quizás la cosa vaya un poco por ahí; acaso los ímprobos esfuerzos de Zapatero y sus compinches por ir paulatinamente imponiendo el pensamiento único tenga como horizonte final el establecimiento de una sociedad  homogeneizada por los moldes de un socialismo tan progre, tan progre, que pronto acabará prohibiendo, por considerarlo tradicional y fascista, el comer con la boca, para, acto seguido, decretar
que a partir de entonces se coma con el culo.
 Pero tranquilos, no pasa nada; se trata tan sólo de la sustitución de un mundo imperfecto estructurado sobre valores de orden, racionalidad y sentido común por un nuevo mundo perfecto cuyos pilares son el absurdo, la mentira, la confusión y el disparate. En este mundo al revés, también conocido como mundo de ZP  nos encontramos con situaciones que no se habrían dado o bien no se habrían comprendido, pero que ahora, imbuidos del espíritu del socialismo zapaterista, se comprenden en plenitud. Asi, a nadie extraña que estando en el gobierno un partido (mejor sería decir partida) que se dice socialista el banquero esté más contento que el cerdo en el lodazal y el obrero se halle al borde de la desesperación. O que ese obrero que ha estado toda su vida pagando impuestos y cuyo padre pereció combatiendo por el bando republicano en la guerra civil, se vea hoy obligado a rebuscar en los cubos de basura para comer, mientras en una obra cualquiera de enfrente puede ver trabajando a inmigrantes provenientes de todos los rincones del planeta, gentes que nada han tenido que ver con España y a las que poco  o nada les importa, pero a las que ZP y sus   compinches, a través de las distintas administraciones, favorecen y benefician, en muchos casos incluso en detrimento de los propios españoles; lo hacen escudándose en lo que no viene a ser más que una bomba de relojería para el futuro de nuestro hijos, aunque ellos, los socialistas, lo llaman "-políticas de integración". Tampoco resulta chocante en este contexto que mientras muchos españoles se ven pasando necesidades, echados de sus casas por la voracidad satánica de los banqueros a los que ZP les chupa la polla de sus hinchados privilegios hasta hacerles alcanzar éxtasis inerrables, mientras esos españoles sufren tales vejaciones, decíamos, el gobierno más que socialista de socios dedica buena, parte de nuestro dinero a asuntos tan prioritarios como financiar guías para que las mujeres sepan dónde localizarse el clítores, a fomentar el lesbianismo en un ignoto paraje del continente africano o a pagarles cada mes a los sindicatos un dineral para mantenerles con la panza llena, la mente onnubilada y la boca chica, muy chica...
Qué pena de España. Con lo que fuimos y en lo que nos ha convertido ZP el campeón mundial de la crisis, el anticristo de la sensatez, el optimista garante de nuestra ruina. DIOS SALVE NUESTRA ESPAÑA

Autor ..galantees
07/03/2010


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              CARTA A MI PRESIDENTE 
                                       jasmina Pérez
                                                     18 enero del 2007

Señor presidente, soy una chica española de 17 años que vive en un pueblo de Mallorca. Mi nombre es Jasmina y mis aspira¬ciones, inquietudes y proyecto de vida serian muy parecidos a los de la mayoría de chicas de mi edad, si no fuese por el hecho de que me encuentro en una silla de ruedas desde el dia en que nací. No menciono esto con la intención de suscitar lástima y así ablandarlo, cosa que tampoco creo que sea preciso puesto que usted es socialista, y si no entendí mal, no hace mucho tiempo
Le oi declarar por televisión que ser socialista significa ocuparse de los más necesitado. Por ahí va la razón de esta carta: mi necesidad de ayuda, la mía y la de tantos otros en la misma sitúación. Sí, ya sé que su gobierno ha elaborado una ley en este sen¬tido; pero, verá, a día de hoy no sólo no percibo nada gracias a la creación de dicha ley sino que además en las instancias per¬tinentes donde mis padres han ido a informarse (yo por mí misma no puedo hacer prácticamente nada)no han sabido concretarles cuándo esa ley se convertirá en una ayuda real para las personas que tanto la necesitamos.
A mis padres les han hablado de finaciación, tiempos, comunidades autónoma» y transferencias y otras cuestiones que yo no entiendo muy bien. Parece ser, por lo que me han explicado, que el dinero destinado a esas ayudas todavía no está disponible. O sencillamente que no lo hay. "Pero eso no puede ser, he dicho yo, tiene que haber dinero porque por la televisión he visto al señor presidente anunciando las ayudas económicas que el gobierno les va a conceder a los jóvenes, a los niños, a las parejas, a las madres solteras, etc. (y yo que me alegro por ellos), y si hay dinero para, todos estos colectivos no puede ser que no lo haya para el grupo de discapacitados totales del que  formo parte.
También he oído por la tele a quienes piensan que todas estas medidas que ha tomado últimamente su gobierno tienen más que ver con la proximidad de las elecciones que con una voluntad cierta de auxiliar a los ciudadanos que lo necesitan. No puedo, ni quiero creerme tal cosa.
Si ser socialista significa ocuparse del más necesitado, yo "¡me pregunto: en nuestra sociedad española, ¿quién se haya más necesitado que el minusválido dependiente por completo de los demás para sobrevivir? En mi caso particular, señor presidente, "los demás” son mi madre, que se ocupa de mí de forma continua durante todos los días del año, año tras año, la cual, aunque tuviese tiempo para hacerlo, no podría ya ni trabajar debido a las lesiones de espalda y otras dolencias derivadas del manejo
Diario de mi cuerpo... Y está también mi padre, al que muchos
DIA ni veo porque se ve obligado a hacer todas las horas extras
Que puede para sacarnos adelante. Se lo repito: no busco despertar lástima; le describo brevemente mi realidad. Y desde mi silla, escuchando la televisión, me hago preguntas, muchas preguntas, preguntas como ésta: cuando le oí definir? lo que es ser socialista me despertó una gran esperanza... ¿Debo seguir manteniendo viva es esperanza. Señor Presidente?


PD.esta carta la ha redactado mi padre porque mis manos no me permiten
Hacerlo, pero los pensamientos que hay en ella son los míos.

 carta sentimental a
una ciudad
                     Manuel Martinez

El brillante poeta conquense Federico Muelas estuvo enamorado de la población alicantina de Altea. En su delicioso librito "Cancionerillo de Altea" la describe y ensalza con tal entusiasmo y cariño que el lector no puede por menos que sopesar seriamente la tentación de viajar hasta la costa mediterránea para conocer de primera mano las excelencias del enclave.

Ciertamente hay ciudades que enamoran, y "enamorado" no es un término hiperbólico para calificar determinados lazos o relaciones que se pueden mantener con una ciudad; la afirmación no es mero ejercicio de palabrería gratuita, pues el autor de estas líneas se confiesa pública y sinceramente enamorado de una: Guadalajara

Conquistada a los moros en el año 1085 por Alvar Fáñez de Minaya, personaje empa­rentado con el Cid, esta ciu­dad y su provincia poseen una historia tan dilatada como re­levante, de la cual perduran multitud de testimonios pé­treos en forma de iglesias, pa­lacios, puentes, torreones, criptas, patios.castillos y has­ta parques y jardines. Cada uno de estos monumentos y parajes, representativos de épocas y estilos muy diversos pero globalmente armónicos merecen por sí solos, no ya una simple visita turística, si­no un contacto algo más dete­nido para captar en todo su esplendor el espíritu viviente de días remotos que aún habi­ta en sus piedras, trazados y recovecos.

Este pasado aristocrático y los ya mencionados restos ar­quitectónicos y artísticos de todo orden que de el subsis­ten, son y han sido elementos  principales para aquilatar la configuración de su recia no­bleza presente Las poblaciones y ciudades como Guadalajara, de dimen­siones urbanísticas modestas y, por ello mismo, todavía atrayentes para los gustos y necesidades de los humanos, son como las mujeres: cada una exhibe un talante y en­canto genuinos; cada una de ellas vibran en una específica frecuencia estética y de hos­pitalidad; unas y otras son es­pecialmente sensibles a la ga­lantería del amante o a la fi­delidad recordatoria del via­jero. Guadalajara, como tal dama, es voluble: a veces austera y puesta en su sitio, a veces coqueta y jovial; pero conservando siempre su aura melosamente subyugante pa­ra el viajero, el turista o el trotamundos que, en ocasio­nes sin él mismo sospecharlo, se halla inmerso en una bús­queda vital de un sitio apaci­ble donde el gozo de vivir fluya libremente, sin las pri­sas ni agobios estresantes de la sociedad contemporánea.

Nosotros tuvimos la fortu­na de conocer a esta luminosa fémina durante el mejor mo­mento de la vida del hombre: la juventud, cuando más po­derosos son los estímulos y más férreamente nos impacta la belleza. Nos recibió en la estación de ferrocarril, con su rostro de muchacha límpida de ojos ensoñadores matiza­dos por una pizca de melan­colía, esa melancolía que ca­racteriza a las chicas que an­helan ser queridas, y que Guadalajara utiliza con tan efectivos resultados para em­belesar el corazón de quien llega hasta su señorío, de pa­so o bien expresamente para visitarla.

Guadalajara es una ciudad abierta por los cuatro puntos cardinales; abierta en primer lugar a la luz de Castilla, que aquí, en la Alcarria, cincela verdaderos prodigios de combinaciones cromáticas en la rica y variada campiña autóctona; abierta a la placi­dez de esas noches idílicas del verano que tan poética­mente describía Cesare Pavese; noches creadas para pa­sear lánguidamente por las afueras de la ciudad, respi­rando el aire exultante de esencias florales y ensueños románticos. En Guadalajara encontrará el noctámbulo en sus recorridos cosas sencillas pero que, al ir escaseando, adquieren la valoración de

auténticos diamantes refinados: el ulu­lar del búho; el rumor onírico que or­questa el viento al principiante sobre las frondas de los álamos temblones; el dis­currir del agua de un riachuelo sedante; el ladrido quejumbroso de un perro que, de súbito, parece retrotraerse a noches primigenias de la Historia, y, sobre todo, el silencio, un silencio hiperreal y miste­rioso cuya inefable vivencia supone en cierta forma un acto de parcial asimila­ción de alguna de las muchas leyendas que pululan, amparadas por el escenario, en espera de topar con un oyente propi­cio...

Ciudad adentro, a través de callejas, plazas y arboreadas avenidas, el visitante perspicaz notará de inmediato un fenó­meno llamativo: el tiempo amortigua aquí su alocado palpita.El aspecto de las casas, orgullosas por la cercanía de algún palacete renacentista o de un viejo case­rón blasonado; la alegría tranquila que borbotea en los bares; el fondo benévolo visible en las fisonomías de los aracen-ses; el sonido centenario proveniente de las campanadas de sus iglesias..., todo al unísono contribuye a forjar la impresión de que el tiempo transcurre por cauces más tersos y sosegados de los que co­múnmente transita. Estos aires que ema­nan de la ciudad.exentos de turbación y premura, favorecen el trato distendido con sus gentes e inducen a las confiden­cias, a que el viajero retire paulatinamen­te los muros, barreras y demás integu­mentos con que la mayoría buscamos proteger nuestra intimidad. Porque en Guadalajara el visitante nunca se hallará solo: hará amigos muy fácilmente dada la idiosincrasia afable y comunicativa de cuantos en ella nacieron, pues aún ejerce influencia generacional la condición hi­dalga de la estirpe. Algunos visitantes incluso llegarán a concebir la motivada convicción de que en esta tierra vivirán más  sanos y más satisfactoriamente; y si acaso el destino se empeñó en alejarlos de ella, como es nuestro caso, el corazón se resistirá siempre a olvidar los retazos de eternidad que aquí vislumbró, y dejará oír constantemente un lamento y una au­sencia que ya sólo encontrarán bálsamo cuando el viajero retome, siquiera sea por unos días, a esta ciudad de Guadala­jara, ubicada en la más espaciosa pano­rámica de luz, aire y hospitalidad de la altiplanicie de Castilla

 


 
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